Escrito por: La Montaña Mágica, Librería
Hace pocos meses de que le
noruego Jon Fosse recibiera el Premio Nobel de Literatura y coincido plenamente
con un buen amigo, crítico literario, en que en él y sus obras se concreta de
manera magistral la mayor de las virtudes de literatura nórdica: ésta es
concebida como un eficaz atajo para deslumbrar a los grandes lectores. Sin
adjetivos vagos o diálogos rutinarios, sin subordinadas o yuxtapuestas que se
conviertan en uróboros que produzcan
hastío.
Pero, ¿qué hago escribiendo de
Jon Fosse si lo que nos trae aquí es Gohril Gabrielsen? Esta escritora también
noruega, pero muy poco conocida hasta el punto de que “La hermana del desván”
es su primera novela traducida al castellano, primicia de nuestra querida
editorial Las Afueras, nos revela un nuevo paradigma de la literatura por
aquellas latitudes.
Los que ya hemos saboreado a
Knell Askildsen, Karl Ove Knausgard, Dag Solstad. Torborg Nedreaas o el propio
Fosse, seremos (lo soy y he sido) los primeros en quedarnos sorprendidos por el
vigoroso afluente que nace de la pluma Gabrielsen. Y no, no deja de lado
ninguna de las virtudes de los anteriormente citados y de todos aquellos que
dejo sin nombrar por no ser pedante (disculpa Ibsen, sabes que estás destinado
a ser mi segundo amor). Nada más lejos, ya que, además, encontramos en este
libro una conjugación equilibrada de todos los desasosiegos telúricos con una
lirica latente y subversiva en toda su concepción. Un relato, en otras
palabras, que te hace copartícipe de la vida de dos hermanas en una casa alejada
en el noreste de Noruega, sus crudos inviernos, sus veranos cortos, la
enfermedad, la dependencia, el sufrimiento y las vidas arrebatadas pero soñadas
como si hubiesen sido reales. Gabrielsen es de esa clase de escritora que
obliga al lector a viajar con ella porque aquí no hay pasatiempo que valga y,
cerrado el libro, todo vuelve a empezar en la relectura interna que cada uno
haga.
Y como también decía hace poco
un buen y reciente amigo y magnífico lector, podemos leer perfectamente le
final del texto y saber en ese momento que estamos ante una obra de intensidad
poco habitual. Más aún, puedo adelantar que, como todos los grandes narradores,
descubre íntimamente la trama de la novela (dos hermanas, una incapacitada, la
otra cuidadora y sacrificada, viviendo un seco equilibrio hasta que aparece la
figura del intruso) desde las primeras páginas. Lo que realmente importa es el
viaje.
Un viaje que nos descubre a una autora de la que esperamos pronto muchas más noticias.
Vicente Velasco Montoya, La Montaña Mágica Librería
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