Para fomentar la lectura entre
todos aquellos que no están dispuestos a sucumbir fácilmente para la literatura
avant-garde
del momento, y para un librero con ganas de hacer buena el nombre de su
profesión, poder descubrir autores como el argentino Diego Muzzo es un arma de incalculable valor. A todo aquel que se
acerque a “El ojo de Goliat”
(publicada recientemente por la Editorial Las Afueras) decirle que se
encontrará con una novela de estructura limpia, cuajada a fuego lento, con un
léxico preciso y medido recordando no pocas veces la literatura de Stendhal,
por poner un claro ejemplo.
Y una historia que es como una
flecha directa a toda una serie de clásicos y lugares comunes que nada
incomodan si se hace con el buen hacer de Muzzo.
Como si de un relato decimonónico la historia arranca sin dilación con un
psiquiatra de entreguerras obsesionado con el poder la hipnosis para rescatar a
los condenados por la locura y terriblemente obsesionado con ese otro yo que
anida en todo humano que es cruel, indómito y asesino. Por otro lado se nos
narra la historia de Bradley, un veterano de la guerra que arrastra una herida
emocional que se ha permutado con su personalidad social sin percatarse hasta
que un evento decisivo mara un pinto de no retorno: el viaje como inspector de
faros a Ushuaia, la Pampa, al Ojo de Goliat.
Allí, en un islote imposible
de humanizar, a modo de diario se nos relata la bajada a los infiernos de este
personaje que acabará huyendo (nadando) de sí mismo por el resto de su propia
existencia. Ya en la tercera parte de libro, el doctor Edward Pierce podrá
asomarse al otro lado del espejo de la psique humana, sin saber que está en
juego mucho más que sus propias certezas.
Con alusiones continuas a “Alicia
en el país de las maravillas” de Lewis Carroll (en este caso como si
de una historia invertida se tratara), “El extraño caso del doctor Jekyll y el
señor Hyde” de Robert L. Stevenson y la
“Divina Comedia” de Dante Alighieri, Diego
Muzzo nos introduce en una concisa trama en la que se reflexiona sobre el
ocaso de la sociedad moderna ante las nuevos horrores de la guerra, el abismo
al que toda sociedad está dispuesta a caer por las emociones más primarias y a
ciertos trazos de horror cósmico ante la soledad que cada uno sentimos al mirar
a la cara a la muerte.
Sin lugar a dudas es una novela que el propio Stevenson hubiese degustado con cariño y avidez y nosotros no podemos hacer más que recomendarla tanto a lectores como a libreros.
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