Recuerda aquella mañana de cuando tenías siete u ocho años
que no pudiste ir al colegio por lo que fuera y paseaste por la ciudad y todo
te sorprendía, como si estuvieras viviendo en un universo paralelo calcado al
tuyo pero con una medida diferente del tiempo, con una extrañeza de decorado
que sigue funcionando sin ti.
Andamos por el mundo con la ilusión óptica de que todo está a nuestro alcance
pero luego arrastramos los pies por el mismo surco uno y otro día levantando
esa maldita pared que separa tu vida y la mía, parece que en eso consiste la
vida: los quehaceres, las elecciones, los dineros.
Contéstale a ese coach que te dice que si quieres, puedes, contéstale que lo
que quieres es no hacer nada que te mande nadie, vagar y divagar y vaguear, ir
y venir cuando quieras a donde quieras y no necesitar nada ni tener nada. Y te
dirá, el coach, es que…
Y Renata, Renata sin más, le diría: ES QUE QUÉ, EH, QUÉ.
Y luego le llamaría lerdo o mentecato y pensaría, Renata, que menuda profesión
mala esa de coach, todo el día hablando y convenciendo a la gente de cosas,
menudo metomentodo.
Renata ha decidido que ya no trabaja más, se ha despedido de la casa donde era
sirvienta, ha metido todas sus cosas en cuatro cajas y se ha tirado a la calle
a buscar la libertad: escuchar cantar a los pájaros (a los interesantes, los
grises no le gustan), mirar los árboles, las tiendas, a la gente de lejos, las
avenidas bonitas. No hacer todo eso para algo o mientras algo o hasta que algo,
no. Renata ha dado ese paso porque quiere tener siempre la sensación de que
está haciendo lo que quiere y que en ella no manda nada ni nadie.
Catherine Guérard escribió ‘Renata sin más’ en 1967, fue su segunda novela y la
última. Y la leemos ahora gozosamente: un radical monólogo interior que se va
erosionando a medida que la protagonista percibe la fuerza que tienen las
agujas del reloj, la espiral del agua camino del desagüe. Una reflexión en
torno a qué consideramos libertad y cómo ejercerla, cómo percibimos la
radicalidad y cómo la casilla de locura tiñe nuestra mirada sobre la
disidencia.
Renata –a veces una Penélope con su bolso de piel marrón, gruñona, desconfiada,
hostil– te invita a pasear en el primer Libro Piraña de la temporada, editado
por Tránsito y traducido con un ritmo espectacular por la gran Regina López
Muñoz.
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