“Un joven busca dickensiano en Google y el resultado es tan
kafkiano que la situación se vuelve dantesca”, titulaba esta semana una
información la prestigiosa cabecera El Mundo Today.
¿Quieres algo totalmente kafkiano? Aquí va: “Plantó verduras,
recolectó patatas, ayudo un poco a recoger la cosecha de otros cultivos e hizo
de asistente en el apareamiento de las cabras. Estas actividades le dejaron
muchas horas libres, que pasó echado en una tumbona leyendo al sol, envuelto en
mantas cuando llegó el invierno. Por las noches redactaba divertidas cartas
–casi humorísticas– en las que describía la rústica vida del pueblo y las
escasas relaciones sociales que había hecho. También dedicó un número
considerable de páginas a describir los ejércitos de ratones que lo acosaban
por las noches en su habitación”.
Esto hizo Franz Kafka en
el pequeño pueblo de Zürau a finales de 1917, donde se retiró tras serle
diagnosticada una tuberculosis, según cuenta su biógrafo Reiner Stach.
Si le hacemos caso al propio escritor checo, su enfermedad se
habría ido larvando a causa de un estado de indeterminación, una especie de
somatización de un cruce de caminos que le paralizaba: el trabajo en la oficina
y el matrimonio, por un lado, y la vocación literaria por otro. De alguna
manera, la tuberculosis eligió por él. Soledad y libertad.
“Hasta cierto punto, ahora tienes la posibilidad, si realmente
existe tal posibilidad, de comenzar. No la desperdicies. Si quieres penetrar en
ti mismo, no podrás evitar tanta suciedad que te desborda”, escribe en un
cuaderno de su diario recién comenzado al llegar a Zürau.
Ese Kafka relajado es el que
escribe la colección de aforismos que
hemos estado leyendo estos días y que es nuestro libro de la semana.
53– En la lucha entre tú y el mundo, secunda al mundo.
Ciento nueve sentencias de tamaño variable que de alguna manera
configuran una nueva etapa de su obra, más abstracta, más pegada al pensamiento
y a la búsqueda, por muy infructuosa que la viera, de ese algo esencial que
está muy por encima del mundo: la literatura.
67– Corre tras los hechos como un principiante en el arte de
patinar sobre hielo, que además practica en algún sitio donde está prohibido.
Mezcla de pensamiento conceptual y evocación de imágenes, va a
sentirse algo descolocado aquel lector que busca en el aforismo un elemento sorpresivo o concluyente: esa
breve actuación de magia que termina con un ohh. Aquí va a encontrar un
laboratorio de ideas y anhelos de un gigante de la escritura, contextualizados
con su obra y su biografía, uno a uno, por Reiner Stach y traducidos por Luis
Fernando Moreno Claros.
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