Rombo

Dos seísmos arrasaron el norte de Italia y las
localidades cercanas a Eslovenia, bajo los Alpes julianos, en mayo y septiembre
de 1976. Los daños causados entre la población (miles de personas murieron bajo
los escombros y muchas otras se quedaron sin hogar) y la modificación del
paisaje por los destrozos son el objetivo de la inquisitiva mirada de la Esther
Kinsky. Su reflexión sobre el siniestro pone el foco de atención en diferentes
voces femeninas y masculinas que repasan los acontecimientos previos y
posteriores a la catástrofe, en un ejercicio de memoria. Vemos cómo era su vida
cotidiana, sus circunstancias familiares y sociales, y de este modo vamos
construyendo un retrato de la época, de las condiciones de vida en las pequeñas
aldeas del valle y de la relación del ser humano con la naturaleza.
Tiene especial significado el paisaje que,
tratado como un personaje más, nos muestra sus peculiaridades. El paisaje
conforma a las personas, la naturaleza es y se conjuga con los habitantes del
valle: piedras, montañas, flores,
árboles, ríos, pájaros. Los lectores nos encontraremos en medio de orquídeas
maculadas, abedules, alisos, hayas, álamos, avellanos comunes, etc. Y escucharemos
el canto de los vencejos, chotacabras, oropéndolas, cornejas, los cerdos, las
gallinas, el balar de las cabras y los ladridos de perros asustados.
Resuena entre sus páginas el “rombo”, palabra que
designa el oscuro estruendo que provoca el terremoto y que nos sepulta. Poco a
poco, entre los escombros va cobrando voz el silencio ante el grandioso poder
de la naturaleza.
Rombo es un libro de belleza peculiar que nos remite a la poesía de Emily Dickinson, Walt Whitman o la música de Debusy, de una precisión narrativa y un exquisito uso del lenguaje, no como artificio vacuo de adjetivos y palabras, sino con la voluntad de indagar y explorar caminos que abran fronteras a la mente y al espíritu. Una lección de geología alpina, una muestra de la influencia que ejerce la naturaleza en nuestras vidas, una llamada a la reflexión sobre el acontecer de la vida. Se trata de un texto con una capacidad evocativa enorme, mientras lo leemos queremos que las sensaciones y pensamientos que transmite perduren. Apetece leerlo pausadamente y disfrutar de ese territorio tan especial al que Kinsky quiere llevarnos con su original planteamiento: el paisaje y la memoria como claves de la existencia, con sus recursos infinitos, el poder de la fotografía y su importancia como testimonio histórico y etnográfico. Una auténtica gozada no exenta del ejercicio voluntarioso por desentrañar el personal discurso de la autora, un pequeño esfuerzo que se verá recompensado al zambullirse de lleno entre las páginas de este singular relato, profundo y hermoso, de esos que dejan huella, de manera parecida a los deslizamientos del terreno que produce un seísmo.
Librería Noviembre, Lourdes Rubio
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