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«El verso es el primer lenguaje de la humanidad la forma más natural del lenguaje», escribe Ernesto Cardenal en el prólogo de esta Antología de poesía primitiva que nos traslada a un mundo de formas de vida en las que predominan el estrecho contacto con la naturaleza y los quehaceres elementales cotidianos. Un mundo en el que la poesía adquiere categoría de cosmogonía que, por encima de la imagen, se expresa en símbolos y mitos y que, en un alto porcentaje, aun en la aparentemente profana, tiene un sentido místico. Muchos son los poemas recogidos en este volumen que fueron recibidos en sueños, trances hipnóticos, bajo los efectos del peyote, o inspirados, como en el caso de los esquimales, por las almas que habitan la región de los muertos. La variadísima temática abarca desde el amor a la expresión de solidaridad, desde la descripción de faenas diarias a la rogativa destinada a aplacar los elementos o a lograr una curación. Igualmente variada es la procedencia de los poemas, ya que en esta antología tienen cabida culturas tan dispares como la amerindia, la esquimal, la polinesia o la africana. Muchas son por tanto las conclusiones que el antropólogo, el etnólogo o el estudioso de la literatura pueden sacar de esta visión panorámica del quehacer poético del hombre primitivo. Ernesto Cardenal, poeta nicaragüense y una de las voces más importantes de la poesía comprometida iberoamericana, ha aplicado a la presente selección su criterio de creador. No hay por tanto en estas páginas referencias bibliográficas, comentarios eruditos o notas a pie de página porque el presente volumen es ante todo, y por voluntad expresa de Ernesto Cardenal, «un libro de poesía».
Nacido en Nicaragua en 1925, es considerado el más importante poeta vivo de Hispanoamérica. Desde su juventud participó en la lucha contra la dictadura de Somoza. A los 31 años tuvo una conversión religiosa que lo hizo ingresar en un monasterio trapense en Kentucky (Estados Unidos), donde fue discípulo del famoso contemplativo y escritor norteamericano Thomas Merton. Más tarde, ordenado sacerdote, y por consejo del propio Merton, fundó una comunidad contemplativa en una isla del archipiélago de Solentiname en el Lago de Nicaragua; la que más tarde fue destruida por el ejército de Somoza por su participación activa en la lucha de liberación del Frente Sandinista. Tras el triunfo de la revolución, Ernesto Cardenal pasó a ser Ministro de Cultura del gobierno revolucionario.
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