La imposición del ultraliberalismo como modelo globalizador, como régimen político único y planetario, supone una «extraña dictadura», más refinada y efectiva que cualquier tiranía institucional, ya que no necesita de golpes de estado o guerras para imponerse, sino que se instaura detrás de una apacible normalidad democrática. La autora, bien conocida por El horror económico, demuestra que las empresas crecen más cuantos más empleados despiden, con lo que no sólo se destruye el estado del bienestar, sino que se pone en riesgo la pervivencia de muchas de las profesiones tradicionales. Pero ese modelo tiene su propio punto ciego: el del capital especulativo, que sólo persigue el beneficio privado. Un lúcido alegato contra la globalización económica.
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