La tradición norteamericana mantiene una circulación ya defi- nida en términos de reproducción, esto es: una forma de estan- darización o anticipación de las nuevas formas de expresión o sentido. En Estados Unidos, las «escuelas de poesía» —al menos hasta Bukowski— no hicieron más que generar un diálogo entre precursores y tendencias: Eliot construyó el muro que la Genera- ción Beat se encargó de derribar, levantando de la carretera las hojas muertas de la tradición; los Confesionalistas, como Lowell y Bly, buscaron una salida por debajo de cuevas o antiguas tradi- ciones. Pero incluso autores como Jack Kerouac o Allen Gins- berg, que se lanzaron sobre la experiencia misma, respondieron en forma causal, indirecta, sobre un sedimento formal, a veces difuso, pero definitivamente ortodoxo.
La crítica norteamericana representa esta visión, y sus máximos pilares —como Harold Bloom, Emory Elliot o James Breslin— siguen esperando que desde las aulas de Yale, Princenton o Ber- keley surja el nuevo poeta, o profeta, Emersoniano-Whitmaniano.
Olvidando estos patrones —“ese plomazo de T.S. Eliot”— y en- cierros universitarios, la poesía de Dan Fante se preocupa por
saber qué es lo que ocurre bajo el sol. Y a pesar de que los infor- tunios y las desgracias cercaron su vida (el horrible destino de su padre y su hermano, Nick), un solo propósito encierra su obra: escribir desde y con el corazón...
Porque con los escritores de lo que siempre se trata es de sentir sus sentimientos.
Lejos de «escuelas», la formación de Fante se inscribe en una línea de “santos anormales escritores muertos / que ahogaron el dolor de sus corazones puros / en tanques de gin”.
Ahogado en gin, acabado y nacido de nuevo, “esta voz que so- brevivió a psiquiatras y cárceles y tres divorcios y el suicidio”, Dan Fante mea con la misma intensidad que Rimbaud: hacia un cielo oscuro, muy alto, muy lejos... Mea del mismo tanque que Carver, Bukowski y su padre —John— llevaron lleno a la otra vida.
Todas estas páginas encierran demonios y tristezas. Pero algo anterior las sostiene, algo sensible y eterno, parecido a una llama blanca...
Juan Arabia, 8 de Junio de 2015, en Buenos Aires.
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