Pero el mundo no estaba es Arte: convierte un hecho en objeto compartido y nos permite sufrir sin la experiencia. Una elegía del S. XXI
Lo único que nos otorga una referencia para la vida es el límite, pues permite pensar lo que revela y lo que no; convertir en abstracción eso que podría ser sentimentalidad, es muy difícil.
Pero el mundo no estaba es Arte: convierte un hecho en objeto compartido y nos permite sufrir sin la experiencia. Castro se adentra en un espacio muerto donde la palabra vuelve a su raíz sónica y evocadora, donde el ritmo poético sustituye a la norma lingüística, Castro nos devuelve a un primitivismo donde el significado se transforma en tacto, en sabor, en lágrima o sarcasmo, nos lleva a la inocencia de una infancia cruel en la que vida y muerte son juego. Técnica, musicalidad, verso directo que con su eufonía hace hermosa a la idea, convierten a este epicedio, esta ofrenda por el descanso eterno de la nada, en un lienzo de contemplación.
Francisco Silvera
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