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«Es un curioso secreto de la sabiduría de todos los tiempos, pero un secreto muy sencillo, que cualquier entrega desinteresada, cualquier participación, todo amor nos enriquece, mientras que todo esfuerzo por adquirir posesiones y poder resta fuerzas y empobrece. Esto lo sabían y lo enseñaron los hindúes, y más tarde los sabios griegos y Jesús y desde entonces miles de sabios y poetas cuyas obras sobreviven a los tiempos, mientras que los reinos y reyes de su época pasaron y cayeron en el olvido. Igual da que estéis con Jesucristo o con Platón, con Schiller o Spinoza: en cualquiera de ellos la sabiduría última es que ni el poder, ni los bienes, ni el conocimiento traen la dicha, sino sólo el amor. Todo desinterés, toda renuncia por amor, toda compasión activa, toda renuncia a sí mismo parece que es entregar, privarse de algo, y sin embargo es enriquecerse y engrandecerse y es el único camino que lleva hacia delante y hacia arriba. ( ) las verdades no envejecen y son siempre y en todo lugar verdaderas, ya sean predicadas en el desierto, cantadas en versos o impresas en un periódico».
Hermann Hesse (1877-1962), novelista y poeta alemán, nacionalizado suizo. Premio Nobel de Literatura en 1946, es una figura de culto en el mundo occidental por su celebración del misticismo oriental y la búsqueda del propio yo, muy influenciado por el psicoanálisis junguiano. Abandonó pronto la escuela y fue autodidacta a base de numerosas lecturas. La desesperanza y la desilusión que le produjeron la Primera Guerra Mundial y una serie de tragedias domésticas, y sus intentos por encontrar soluciones, se convirtieron en el asunto de su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos. Es autor de varias novelas como Peter Camenzind (1904), Bajo las ruedas (1906), Demian (1919), Viaje al Este (1932), Siddhartha (1922), El lobo estepario (1927), quizá su novela más innovadora, Narciso y Goldmundo (1930) y El juego de abalorios (1943), que cada vez se hicieron más simbólicas y cercanas al psicoanálisis.
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