Rodrigo García-Quismondo Hurtado nació en Madrid, muy cerca del Mirador de las Vistillas, donde sus principales vecinos eran el paisaje sobre la Casa de Campo, al fondo la Sierra del Guadarrama y unas puestas de sol sobre un cielo velazqueño que siempre le inspiraron el amor al paisaje y a la poesía.
Su infancia son recuerdos del colegio municipal Vázquez de Mella, el colegio de la Salle en la madrileña calle de la Paloma y el Instituto San Isidro (antiguo Colegio Imperial). Compartía juegos como el guá, dola, el rescate, etc.
Comenzó a trabajar a los 14 años, curiosamente en una editorial, y, a esa temprana edad, le enviaron a la Biblioteca Nacional para participar en un curso de libreros y archiveros
donde se le desarrollaron sus tendencias literarias. Curiosamente, ningún responsable de la editorial quiso hacer ese curso, cosa que les agradeció toda su vida.
Después le llegaría la afición a la montaña, que ha mantenido durante el resto de su vida y que compartió conmigo en innumerables ocasiones. En los últimos 20 años, compaginó la montaña con la música. Perteneció a corales, primero en Tres Cantos y más tarde en la Universidad Autónoma de Madrid.
El paisaje, la naturaleza, la música y la literatura siempre fueron el acicate mayor para llenar una vida dedicada a su familia, a sus amigos y al ánimo de divulgar la cultura y la convivencia entre las personas que le acompañaron en su andadura.
La organización de viajes culturales, tarea que ha desarrollado en diferentes ámbitos en las últimas décadas, ha sido una de sus principales actividades a la que ha dedicado todo su esfuerzo y saber hacer, consiguiendo ese doble objetivo de difundir la cultura y disfrutar del paisaje junto con el desarrollo de las relaciones personales, creando siempre un ambiente de amistad y camaradería que él cuidó especialmente.
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