Breve teoría del viaje y el desierto supone todo un desafío a la mayoría de las convenciones aceptadas en nuestra literatura acerca de cuál ha de ser la naturaleza formal de un relato. Sus seis narraciones se abren a la experiencia completa de lo humano situándonos en cualquier rincón del mundo, desde los áridos paisajes de la costa mediterránea a las páginas del genial escritor serbio Milorad Pavic -he aquí el viaje-. Gracias a una prosa extraordinariamente versátil, a una escritura nómada, que se adapta a los diferentes lugares espirituales, físicos o imaginarios de cada relato y a la frágil individualidad de sus habitantes, Crusat conduce a estos zarandeados personajes ante el abismo de miedos, dudas y deseos que conforman el mundo contemporáneo. Todos ellos aguardan, buscan o exploran la posibilidad de una revelación que no llega a su anestesiado presente, aunque, curiosamente, parecen incapaces de emprender cualquier acción efectiva, a excepción, quizá, de la seductora Lena, que nos escribe desde el mundo flotante de los sueños. Como indica la mística sufí, el alma reclama el cambio y, en consecuencia, la inmovilidad equivale a la lenta muerte que nos acecha por doquier, deslizándose por carreteras secundarias, aparcamientos vacíos u hoteles abarrotados de turistas -y he aquí el desierto de lo real- en los que somos, dichosos o no, prisioneros, de suerte que el destino o la casualidad (un hecho irrelevante, un desmayo en una playa nudista, un accidente de avión que nunca llegó a producirse) sea lo que nos revele, como en una explosión, el auténtico rostro de nuestra soledad.
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