¿Se han cartografiado todos
los límites sensoriales que puede provocar una lectura? Desde luego tras la
lectura de esta colección de relatos, de la escritora chilena Lina Meruane, está claro que no.
Las trece narraciones que
habitan este descubrimiento literario no albergan ningún hilo subjetivo de
unidad, más allá de la acertada utilización de personajes carnalmente
femeninos. Acostumbrados como estamos a los edulcorados y poco valientes o, en
su defecto, afectados y flameantes textos del mercado, encontrarse de vez en
cuando con una escritora que sepa condensar en unas breves páginas tal cantidad
de impulsos es una grata sorpresa.
Porque una de las virtudes que
tiene “Avidez”, publicada por Páginas de Espuma recientemente, es la
de ir leyendo uno a uno, siendo indiferente el orden, e ir comprobando cómo nos
mantiene en una estado de inquietud, desarraigo y atribulación difícil muchas
veces de separar del mismo texto en sí.
Recuerdo haber comentado con
alguno de mis clientes habituales durante este verano, fecha en la que se mandó
el ejemplar de cortesía, que había descubierto a una cirujana de la literatura.
Os explico: ¿cuánto tiempo podéis permanecer impasibles ante un cortometraje en
el que se disecciona un cuerpo y del que casi no sale sangre? ¿Al que se le
desprende con estilo único la piel delante de tu retina y deja al descubierto
aquello con lo que dormimos todas las noches? Sí, estoy hablando de deseo
inconfesables, imágenes que retiramos de nuestros recuerdos por el brutalismo y
el paganismo de los mismos. ¿Cuánto estáis dispuestos a escuchar y a aceptar
que dentro de nosotros, desde infantes, hay un potencial caníbal? Así es en el
cuento titulado “Tan preciosa su piel”.
¿Y la disociación? Pocas
historias harán que vuestros intestinos se retuerzan al digerirla tras leer “Varillazos”, “Función triple” o “Doble de
cuerpo”. Todos ellos atravesados por las niñas, las otras, las madres, las yoes, las ausentes que colman todo este
libro de hambre de hembra. Y además
un hambre de explorar los límites de lo razonable, de los marcos narrativos
estipulados, dando un pistoletazo en la sien a los que sepultan el realismo
mágico por caduco, cuando nunca se fue y siempre estuvo aquí desde los molinos
de El Quijote.
Pero hay dos órganos que
palpitan con independencia en “Avidez”:
los relatos “Reptil” y “Hambre perra”. Sólo por este último
relato es obligatorio leer a Lina
Meruane. ¿Queréis quedarse mudos ante la exposición de una sociedad creada
para comerse a sí misma? Porque esta escritora chilena sentencia como un
bisturí clavado en la carne.
Opiniones
Opiniones
Una voz potentísima y unas historias que quitan el sueño
En estos 13 cuentos nada te va a dejar impasible.
Hay una familia, feliz, que vive de una pequeña funeraria y todos los días ve salir de casa a su hija que crece libre de sus traumas y sus miedos y estudia en la universidad. Pero la felicidad consiste en su fragilidad y todos sabemos que el miedo de los padres por sus hijos tiene un fundamento atávico que pasa de generación en generación.
Hay unas chicas que se encuentran en los servicios de su colegio y mantienen una fidelidad a la depilación a cuchilla que les da una identidad y que un día se verá interrumpida por el vello de una compañera nueva en clase.
Hay una mujer a la que en un hospital le abren un agujero sin nombre ni naturaleza que ella se niega cerrar y que acaba explotando sexualmente con terrorífico éxito.
Hay relatos de mujeres que tienen siempre criaturas alrededor y que sufren una precariedad que no solo es económica, que lo es, asistencial, que lo es, afectiva, que lo es, y cuyas vidas se ven abocadas a las fantasías de la realidad: la explotación sexual, el hambre, el abandono, la pérdida.
En los cuentos de Lina Meruane no hay mucho sitio para respirar, pero hay una voz potentísima y unas historias que quitan el sueño.
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