Estamos conmocionados con el
libro Archipiélago humano,
una colaboración de Teju Cole –le recordarás por ejemplo por Cada día es del ladrón– y el
fotógrafo Fazal Sheikh. Conmocionados por la belleza sin adornos con la que se
juntan imagen y palabra, y también por esa lectura absolutamente contemporánea
y necesaria de los conceptos de hospitalidad, migración y parentesco.
Si
ninguna lectura es igual –ni siquiera la que hace una misma persona en
distintos momentos–, los subrayados que hemos hecho nos evidencian que no
podemos quitarnos de encima las imágenes de la masacre que Israel está
perpetrando en Gaza. Quizá tú tengas otra lectura. Aquí van algunos fragmentos.
“¿Qué
suscitará toda esta crueldad en quienes no se hallan directamente en su camino?
¿qué te acaba provocando la contemplación de la tortura durante un periodo
prolongado, aunque tú no seas ni el torturador ni el torturado? ¿Qué te hace
pensar que puedes mantenerte limpio?”
“Antes
éramos como tú. Tú podrías llegar a ser como nosotros. Nuestros hogares atrás,
las incertidumbres ante nosotros, y un momento presente que se hincha como una
vela. El camión se mueve como un barco cargado. El planeta está agostado. El
desierto cambia con el viento, y pronuncia solo su propio nombre: desierto,
desierto, desierto”.
“No
te preguntes hasta dónde llegarán, ya conoces la respuesta: hasta donde puedan.
Y por eso es esta una época de precisa hostilidad”.
“Hemos
intentado contártelo de todas las maneras posibles y ahora solo podemos
concluir que prefieres no saberlo”.
Las fotografías de Sheikh se
mueven entre el retrato –miradas transparentes, arrugas, vida en los rostros– y
el paisaje transformado por la violencia y la extracción de los recursos. La
idea de desplazamiento, de refugiado, la cuestión de la ciudadanía, está
presente en cada página. Cole, norteamericano de origen nigeriano, describe así
–en un cruce de ecos entre el Andrei
Rublev, de Tarkovski, y ‘Cierta gente’, de Wislawa Szyborska– una
especie de chispa de luz en esos viajes forzados y oscuros:
“Todos
los paisajes que hemos atravesado para llegar hasta aquí. Todos los árboles y
arroyos y caminos vistos por última vez. Lo único que de verdad puedes llevarte
contigo es la esperanza de que, al llegar, alguien reconocerá algo en ti y, al
reconocerlo, te recibirá con los brazos abiertos”.
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