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Un cuarto propio, escrito hace casi un siglo, sigue llegando al corazón de las mujeres de hoy. ¿Por qué? La respuesta fácil es que su protesta contra la forma en que la sociedad patriarcal y sus instituciones buscan incapacitar a las mujeres es aún, tristemente, actual. Pero quizá su poder no está tanto en el argumento de que es imposible para una mujer concentrar sus energías en la vida intelectual si carece de las posibilidades materiales para hacerlo, si tiene hambre, la interrumpen, tiene que hacer la comida o cuidar de los niños; ni siquiera en el más desvergonzado de pedir esas comodidades por puro placer. Quizá su poder no está en exponer estos argumentos, sino en que lo hace como nos insta a hacerlo a lo largo del libro: escribiendo, o más bien hablando, como una mujer, con una ausencia absoluta de vanidad académica y política. Un cuarto propio es un libro escrito por una brillante artesana de las palabras, irónico, lleno de imaginación y humor. Es alta literatura preñada de argumentos poderosos e ideas radicales. Por eso, casi cien años más tarde, aún lo consideramos clave para contribuir al debate
Virginia Woolf nació en Londres el 25 de enero de 1882 y murió el 28 de marzo de 1941, ahogada en el río Ouse. Al morir su padre, el conocido hombre de letras sir Leslie Stephen, Virginia y su hermana Vanessa abandonaron el elegante barrio de Kensington y se trasladaron al bohemio Bloomsbury, que dio nombre al brillante grupo literario formado alrededor de las hermanas Stephen. En él participaron, entre otros, T. S. Eliot, Bertrand Russell, Vita Sackville-West y el escritor Leonard Woolf, con quien se casó Virginia y junto al que dirigió la prestigiosa editorial Hogarth Press. Desde sus primeras obras, Virginia Woolf resaltó su intención de llevar las novelas a algo más que a una mera narración. En La señora Dalloway (1925) y Al faro (1927), la autora expresaba los sentimientos interiores de los personajes con técnicas propias, consiguiendo grandes efectos psicológicos por medio de imágenes, metáforas y símbolos. Su técnica se consolidó con Orlando (1931) y Las olas (1931), que le dieron un puesto indiscutible dentro de la mejor literatura universal. Además, Woolf escribió ensayos tan famosos como Un cuarto propio (1929), que aún hoy es inspiración para las nuevas generaciones de mujeres, artículos de crítica literaria como los recopilados en El lector común (1925, 1932) y en Genio y tinta (2021), o la biografía del perro de la poeta inglesa Elizabeth Barrett, Flush (1933). Todas estas obras están publicadas en Lumen.
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