Ventisca es un thriller a lo
nórdico. Como nos acostumbran por esos lares, el clima es un personaje y el
criminal vive entre nosotros.
Pero no es ni
mucho menos una novela negra. La tormenta de viento y nieve en la que se pierde
un niño es como la bruma en el corazón: no podemos dejar pasar el tiempo sin
hacer nada hasta que se disipe porque si lo hacemos, a lo mejor ya es demasiado
tarde y no nos queda aliento para vivir.
Un coro de
personajes dispares, unos oriundos, otros de paso y otros llegados en huida, se
ha reunido en una pequeña aldea aislada en Alaska y van explicándonos el hilo
de sus pensamientos privados capítulo a capítulo. Sin que ellos lo sepan, solo
la violencia en sus vidas les une. Unos como víctimas y otros como transmisores
generacionales de las violencias recibidas. En todos ellos, la violencia ha
dejado huellas mucho más profundas que las que un adulto pesado deja en la
nieve recién caída. Son fósiles que dan forma al hielo y que no se pueden dejar
atrás.
Solo el amor,
como el sol después de la tormenta, puede interrumpir la envenenada herencia y
crear, en una cabaña, un hogar, entre dos cuerpos, al fin, una familia.
Leedla como
quien corre aterido por el frío intentando que en algún momento el humo de una
chimenea nos dé un rayo de esperanza al final. Sin aliento.
Opiniones
Opiniones
Para leer sin aliento
Ventisca es un thriller a lo nórdico. Como nos acostumbran por esos lares, el clima es un personaje y el criminal vive entre nosotros.
Pero no es ni mucho menos una novela negra. La tormenta de viento y nieve en la que se pierde un niño es como la bruma en el corazón: no podemos dejar pasar el tiempo sin hacer nada hasta que se disipe porque si lo hacemos, a lo mejor ya es demasiado tarde y no nos queda aliento para vivir.
Un coro de personajes dispares, unos oriundos, otros de paso y otros llegados en huida, se ha reunido en una pequeña aldea aislada en Alaska y van explicándonos el hilo de sus pensamientos privados capítulo a capítulo. Sin que ellos lo sepan, solo la violencia en sus vidas les une. Unos como víctimas y otros como transmisores generacionales de las violencias recibidas. En todos ellos, la violencia ha dejado huellas mucho más profundas que las que un adulto pesado deja en la nieve recién caída. Son fósiles que dan forma al hielo y que no se pueden dejar atrás.
Solo el amor, como el sol después de la tormenta, puede interrumpir la envenenada herencia y crear, en una cabaña, un hogar, entre dos cuerpos, al fin, una familia.
Leedla como quien corre aterido por el frío intentando que en algún momento el humo de
una chimenea nos dé un rayo de esperanza al final. Sin aliento.
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