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La obra de Bécquer supuso toda una renovación del lenguaje poético del siglo XIX. Influido por autores románticos como el alemán Heinrich Heine, su poesía y su prosa se caracterizan por aunar el intimismo, la búsqueda del ideal y la exaltación de la fantasía. Lejos de los excesos retóricos de la literatura anterior, Bécquer busca una expresión mucho más simbólica y evocadora. Gracias a su lenguaje depurado y sugerente, el autor sevillano logra atraparnos en el misterio de sus Leyendas o emocionarnos con la intensidad lírica de sus Rimas. En definitiva, una voz poética universal que ya nos anunciaba, como queda reflejado en estas páginas, el nacimiento de la contemporaneidad.
Gustavo Adolfo Bécquer, cuyo verdadero nombre era Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, se trasladó de Sevilla, donde nació en 1836, a Madrid para dedicarse a la literatura. Padeció tuberculosis y vivió en la penuria económica hasta que le nombraron censor de novelas y director literario de La ilustración de Madrid. Entre sus obras en prosa destacan textos como Cartas desde mi celda y Cartas literarias a una mujer,escritas en el monasterio de Veruela. Sin embargo, la cúspide de su producción se da con sus Rimas y sus Leyendas, de las que se desprende el lúgubre y sublime espíritu posromántico. Murió en Madrid, en 1870, dejando tras de sí una estela literaria cuya influencia no tiene parangón en la historia de la literatura en lengua castellana.
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