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Contemporáneo de Cicerón, Pompeyo, Catón de Útica, Lucrecio o Salustio, testigo de la confrontación entre optimates y populares y atento observador de la mutación de la civilización urbana, CATULO (ca. 84-ca. 54 a.C.) es la figura dominante de los nuevos poetas de finales de la República, que introdujeron las exquisitas virtuosidades helenísticas y enarbolaron la bandera calimaquea para reaccionar contra la poesía romana tradicional. Sus POESÍAS -cuya traducción revisa y actualiza a fondo Antonio Ramírez de Verger en esta tercera edición- exploran el éxtasis y la degradación del amor, los celos y el odio, la desesperanza y el abandono, dando forma a una obra que, caracterizada por una extraordinaria variedad de ritmos y metros, inicia la larga y brillante tradición de la elegía erótica latina.
Catulo (h. 84-h.54 a.C.) nació en Verona. Su familia acogía en su casa a Julio César cuando el general viajaba a las Galias. En torno a los veinte años, se trasladó a Roma con la intención de hacer carrera política. Entre los años 57 y 56 a.C. viajó a Bitinia -situada en el noroeste de la actual Turquía- en el séquito del propretor G. Memmio, a quien el poeta colmó de improperios porque, en aquel viaje, como era su deseo, no logró enriquecerse. Pero triunfó en la poesía. Sus poemas inmortalizaron a su amada Lesbia, cuyo probable nombre real era Clodia, la hermana de P. Clodio Pulcher y esposa de Q. Metelo Celer. Con 113 poemas de registros muy variados -poemas cortos y largos, de lenguaje aparentemente sencillo y también de exhibicionismo culto y de refinadísima métrica-, llegó a ser el poeta lírico al que imitarían Virgilio, Horacio, Propercio, Juvenal y Marcial. En el siglo XX, los admiradores e imitadores de la poesía de Catulo en las lenguas más variadas se cuentan por docenas. Murió en torno a los treinta años.
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