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FUE el propio F. Scott Fitzgerald quien en los años veinte bautizó su época como la «Jazz Age», convirtiéndose así el propio autor en «The Voice of the Jazz Age» para la crítica especializada, a sabiendas de que todas estas voces, ritmos, personajes y temas de esa era de excesos y de sátira que impregnaba todos los ámbitos de su mundo ya estaban presentes en su obra poética, la primigenia vocación literaria de nuestro autor. Es la poesía el primer género literario con que el joven Scott como prefería ser llamado con apenas quince años, iniciaría su singladura como escritor con la publicación del poema «Football», en 1911. La poesía de Fitzgerald tiene su propio timbre y pulso poético, así como una bien definida intención lírica orientada hacia lo cotidiano, la nota simpática a modo de recorte de prensa, la parodia, la broma y la crítica más inoportuna, satírica o despiadada, con la que el joven poeta aspiraba a convertirse en «el Rupert Brooke americano».
Esta poesía, como primer período literario de Fitzgerald, responde a una etapa de formación del autor con la que este busca su propia identidad y su propia voz con sentimientos subjetivos donde la obra de arte, como proceso lírico, tiene una marcada vocación de universalidad. De ahí que el hablante lírico a menudo parece olvidarse de sí mismo para abrazar la poesía como obra de arte intimista, directa y mágica, mediante unos procesos líricos que tienen sus orígenes y raíces en las experiencias más íntimas del poeta, que parece sumergirse en una actividad instintiva nacida de una predisposición natural hacia la fantasía como estímulo del alma y el sentimiento más puro de su creador.
Francis Scott Fitzgerald (1896, St. Paul, Minnesota-1940, Hollywood, California) creó uno de los mitos de la literatura del siglo XX, el gran Gatsby, y contribuyó de un modo fundamental a la invención de su época. Su primera novela, A este lado del paraíso (1920), narró la educación sentimental de su generación, y sus cuentos inventaron la Edad del Jazz y configuraron las emociones y la imaginería de los años veinte. Hermosos y malditos (1922) adivinó el fin de la fiesta inagotable («la mayor orgía de la historia», según el propio Fitzgerald) y lo preparó para escribir El gran Gatsby (1925). Pasó por Hollywood, a la busca de dinero en el nuevo paraíso cinematográfico, y fracasó. La Depresión económica de 1929 la vivió como depresión y quiebra personal: Suave es la noche (1934), su cuarta novela, volvió a demostrar la extraordinaria capacidad de Fitzgerald para sentir y contar la compenetración indisoluble entre los grandes hechos históricos y la historia íntima de los individuos. En diciembre de 1933 su mujer, Zelda Sayre, había sido internada en una clínica psiquiátrica. En 1937 Fitzgerald volvió a Hollywood como guionista. Su nombre sólo aparecería en los créditos de una película sonora: Tres camaradas, y por bebedor fue despedido de su último trabajo en Hollywood, donde murió de un ataque al corazón. Su novela final, inacabada, El último magnate, hablaba de la desilusión de Hollywood. T. S. Eliot había juzgado así El gran Gatsby: «Me parece el primer paso que da la ficción americana desde Henry James.»
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