Desde la tribuna que le proporcionaron las páginas de las diversas publicaciones en las que trabajó, intentó siempre conseguir algún tipo de mejora en la vida cotidiana de sus conciudadanos. Para ello se erigió en un crítico republicano, en un incansable defensor de Tenerife en las cuestiones del pleito insular y, muy especialmente, en un hábil director y redactor de revistas y periódicos, que supo mantenerse a flote entre las restricciones sobre la prensa de los distintos gabinetes de la Restauración. Por todo esto, aquellos de sus contemporáneos que le sobrevivieron, le recordaron siempre como un ciudadano ejemplar y un Maestro de periodistas.
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