Céleste Albaret trabajó en casa de Proust como ama de llaves, mensajera, amiga y enfermera los últimos nueve años de su vida en los que, ya gravemente enfermo, escribiría En busca...
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Céleste Albaret trabajó en casa de Proust como ama de llaves, mensajera, amiga y enfermera los últimos nueve años de su vida en los que, ya gravemente enfermo, escribiría En busca del tiempo perdido. Pero fue mucho más que una mera sirvienta: su sensibilidad, su innata inteligencia y el enorme cariño y devoción que sintió por él la hicieron su única confidente, su acompañante más próxima y un testigo de excepción. Cuando finalmente, a los ochenta y dos años, accedió a publicar estas memorias profundamente conmovedoras, no sólo demostró la falsedad de las múltiples patrañas que circulaban sobre el genial novelista, sino que nos reveló un Proust humano, entrañable y cotidiano que de no ser por ella, jamás hubiéramos conocido.
Céleste nos descubre a un hombre singular y respetable, noctámbulo, que apenas se alimentaba de café, educado y extremadamente sensible. El libro trata sobre todo de los últimos años de vida del escritor y a través de sus páginas podemos constatar cómo progresivamente aumenta la obsesión de éste por terminar la novela mientras la vida se le va, hasta el punto de abandonar su importante vida social con el fin de entregar todo su tiempo a la escritura.
Son muchos los biógrafos de Marcel Proust que consideran que, en su vida, hubo dos personas fundamentales: su propia madre, y su ama de llaves, Céleste Albaret. Criada del novelista desde 1913 hasta su muerte en 1922, cuando entró a trabajar en la casa, Céleste era una joven recién casada de 21 años que acababa de llegar a París, proveniente de una zona remota del sur de Francia. Tras la muerte del escritor, del que nada heredó ni quiso heredar, tuvo varios oficios. Cincuenta años después, a principios de la década de los setenta fue “redescubierta” por una editorial francesa que le convenció de publicar sus memorias, por el interés que podía tener su experiencia vital junto al genial Marcel Proust. Mensajera, ama de llaves, confidente, amiga y enfermera hasta su muerte en 1922, Céleste Albaret pasó junto al novelista más tiempo que nadie. Setenta horas de entrevistas forman la base de este libro que permite conocer de una manera cercana y amable a uno de los escritores más importantes del siglo XX, en sus años más productivos. Como atestiguan sus memorias, Céleste no lamentó ni solo minuto de las horas que pasó a su servicio.
Esther Tusquets nació en 1936 y murió en 2012 en Barcelona. Cursó estudios de Filosofía y Letras (con especialidad de Historia) en las universidades de Barcelona y Madrid. Dirigió durante cuarenta años la editorial Lumen. Tuvo dos hijos (uno de ellos es la escritora Milena Busquets). Se inició tardíamente como escritora, en 1978, con la novela El mismo mar de todos los veranos a la que siguieron El amor es un juegosolitario (1979), Varada tras el último naufragio (1980), Para no volver (1985), Con la miel en los labios (1997), Correspondencia privada (2001) y ¡Bingo! (2007), muchas de las cuales fueron traducidas a varios idiomas. Publicó, además, los volúmenes de relatos Siete miradas en un mismo paisaje (1981) y La niña lunática y otros cuentos (1996); la recopilación de textos ensayísticos Prefiero ser mujer (2006) y Pequeñosdelitos abominables (2010), varios para niños, y sus memorias, integradas por Confesiones de una editora poco mentirosa (2005; Lumen 2020), Habíamos ganado la guerra (2007) y Confesiones de una vieja dama indigna (2009).
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