Lafcadio Hearn plasma con exquisita sensibilidad y refinado talento literario los lejanos y enigmáticos ecos del país del Sol Naciente.
Misceláneas japonesas es un cofre repleto d...
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Lafcadio Hearn plasma con exquisita sensibilidad y refinado talento literario los lejanos y enigmáticos ecos del país del Sol Naciente.
Misceláneas japonesas es un cofre repleto de joyas, tesoros literarios en forma de historias extrañas que nos hablan de promesas incumplidas, de pinturas maravillosas que cobran vida o de reencarnaciones asombrosas. Hace mucho, mucho tiempo, en el lejano Japón la realidad y lo sobrenatural convivían en armonía: la pluma magistral de Lafcadio Hearn plasma con exquisita sensibilidad y refinado talento literario los lejanos y enigmáticos ecos del país del Sol Naciente.
Lafcadio Hearn llegó a Japón en una mañana de primavera del año 1890. Desde aquel preciso instante, el país exótico y misterioso que se presentaba ante él cautivó su hasta entonces desarraigado espíritu. El escritor errante que se sentía extranjero en todas partes pudo formar al fin el hogar que siempre había anhelado y se convirtió en el más valioso y querido intérprete occidental de la cultura japonesa.
Historias extrañas, espigas de folclore y estudios de aquí y allá.
Lafcadio Hearn supo capturar el corazón de Japón en los breves ensayos y en las hermosas historias de ficción que componen este libro.
Una obra fundamental para conocer la esencia que impregna el alma de la cultura japonesa.
Lafcadio Hearn (1850-1904), nacido en una isla del mar Jónico, se crió entre Grecia, Irlanda, Inglaterra y Francia. También vivió veinte años en Estados Unidos, donde trabajó como periodista. En 1890, Hearn, viajero infatigable, partió a Japón con la intención de escribir una serie de artículos para la revista Harper’s. Se enamoró del país, se volcó a la enseñanza universitaria y concibió una docena de obras sobre Japón. Se casó con Setsuko Koizumi, oriunda de una familia de samuráis, y tuvo con ella cuatro hijos. En 1896 se nacionalizó japonés, abrazó el budismo y cambió su nombre por el de Yakumo Koizumi.
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