La periodista franco-finensa,
Taina Tervonen, nos sienta delante de la muerte con la publicación de “Las
sepultureras”, una crónica ficcionada sobre las actuales acciones en los
levantamientos de fosas comunes en la zona norte de Bosnia-Herzegovina, país
terriblemente castigado por las limpiezas étnicas bajo el horror de los
Balcanes a finales del siglo pasado.
A través de dos personajes
femeninos, la forense Darija y la investigadora Senem, podremos ir recibiendo
las reflexiones que se desvelan tras remover la tierra, donde muchas vidas de
jóvenes y familias enteras se vieron truncadas por completo. Bajo una impronta
más de extensa crónica que de novela, Tervonen empuja a estas dos mujeres a
conocerse a través del dolor de los otros, explorando la maquinaria, tan fría
como necesaria, para poder entregar los restos de los difuntos a sus seres
queridos y a luchar contra el silencio que rodea esas exhumaciones. Silencio en
el dolor de los heridos, silencio en los vecinos que callan por años la
vergüenza.
Y es que a autora nos relata
con crudeza quirúrgica los comentarios y los odios que iban aflorando meses
antes de los desastres y genocidios. Nos habla de esas exhumaciones (o con
cualquier de los más variados eufemismos que se deben utilizar para no herir
sensibilidades múltiples) como un auténtico trabajo, desconocido por el público
en general, la empatía que emerge con los caídos y con sus familiares, a pesar
de ser por siempre unos desconocidos. Nunca empaña el texto, cabe decirlo, con
sentimentalismos que rompan ya una cadencia de los hechos que, como único fin,
tienen que ser vividos y cerrados uno a uno, como si de una herida gigante se
estuviese hablando, en vez de un texto narrativo.
Mucho silencio, suicidios,
adicciones, migraciones, olvidos, familias olvidadas, amistades que nunca lo
fueron, el ADN, la ropa de ir al colegio en bolsas negras, zapatos que
erosionan la piel de los cadáveres, el olor del pasado que inunda el presente,
la gratitud de los familiares, la espera infinita tras años y años, la
desafección por los políticos que nunca sabrán, de gestionar aquellas
situaciones límite…
Todo ello, un largo etcétera
en un texto que se debe leer desde muchos prismas y hacernos reflexionar sobra
la estupidez de la brutalidad humana, de los nacionalismos (grandes, pequeños),
y sobre la situación, hoy en día, en nuestro país, España, en el que aún queda
mucho trabajo por hacer casi noventa años después.
Recomendado no, lo siguiente.
Opiniones
Opiniones
LAS SEPULTURERAS
Una vez terminada la guerra de los Balcanes, hay que recuperar los muertos. Este libro es un testimonio, trata de remover nuestra conciencia colectiva, no es sencillo leerlo, el horror que te trasmite su lectura, te transforma por momentos, te indigna como el ser humano puede ser tan aniquilador. Hay tantas versiones de lo que ocurrió como entrevistas realizo a lo largo de diez años, de viajes a la zona, pero la autora, lo que pretende es documentar y filmar la labor que hacen Senem que es antropóloga forense y Darija investigadora. Pero no nos olvidemos que los verdaderos protagonistas son los miles de asesinados, enterrados en fosas comunes y sus familias, estas quieren enterrar a sus muertos, difícil labor tal y como se lee en este libro. No solo se cometen asesinatos atroces, sino que los propios muertos son utilizados para hacer más daño. Un libro que te hace pensar, pero al mismo tiempo te alegras de haberlo leído
El silencio de los cuerpos
La periodista franco-finensa, Taina Tervonen, nos sienta delante de la muerte con la publicación de “Las sepultureras”, una crónica ficcionada sobre las actuales acciones en los levantamientos de fosas comunes en la zona norte de Bosnia-Herzegovina, país terriblemente castigado por las limpiezas étnicas bajo el horror de los Balcanes a finales del siglo pasado.
A través de dos personajes femeninos, la forense Darija y la investigadora Senem, podremos ir recibiendo las reflexiones que se desvelan tras remover la tierra, donde muchas vidas de jóvenes y familias enteras se vieron truncadas por completo. Bajo una impronta más de extensa crónica que de novela, Tervonen empuja a estas dos mujeres a conocerse a través del dolor de los otros, explorando la maquinaria, tan fría como necesaria, para poder entregar los restos de los difuntos a sus seres queridos y a luchar contra el silencio que rodea esas exhumaciones. Silencio en el dolor de los cuerpos, silencio en los vecinos que callan por años la vergüenza.
Y es que a autora nos relata con crudeza quirúrgica los comentarios y los odios que iban aflorando meses antes de los desastres y genocidios. Nos habla de esas exhumaciones (o con cualquier de los más variados eufemismos que se deben utilizar para no herir sensibilidades múltiples) como un auténtico trabajo, desconocido por el público en general, la empatía que emerge con los caídos y con sus familiares, a pesar de ser por siempre unos desconocidos. Nunca empaña el texto, cabe decirlo, con sentimentalismos que rompan ya una cadencia de los hechos que, como único fin, tienen que ser vividos y cerrados uno a uno, como si de una herida gigante se estuviese hablando, en vez de un texto narrativo.
Mucho silencio, suicidios, adicciones, migraciones, olvidos, familias divididas, amistades que nunca lo fueron, el ADN, la ropa de ir al colegio en bolsas negras, zapatos que erosionan la piel de los cadáveres, el olor del pasado que inunda el presente, la gratitud de los familiares, la espera infinita tras años y años, la desafección por los políticos que nunca sabrán gestionar aquellas situaciones límite…
Todo ello, un largo e inabarcable etcétera, en un texto que se debe leer desde muchos prismas y hacernos reflexionar sobra la estupidez de la brutalidad humana, de los nacionalismos (grandes, pequeños), y sobre la situación, hoy en día, en nuestro país, España, en el que aún queda mucho trabajo por hacer casi noventa años después.
Recomendado no, lo siguiente.
No hay comentarios, sé el primero en comentar
Valoración media
¿Has leído este libro?
Valóralo y comparte tu opinión con otros usuarios
Escribir mi opinión