Admirable en su solidez lingüística, poderosa en sus ricos nexos con la tradición, la dramaturgia de Abilio Estévez es hoy uno de los tesoros más fecundos de la cultura cubana. Dentro de su vasta obra de escritor total, el teatro le ha permitido a Abilio experimentar en formas del diálogo donde se mezclan, sin recato alguno, filosofía y cotidianidad, sarcasmo y convicción, solemnidad y desparpajo. Hondura intelectual y pulso escénico, siempre de la mano en sus textos, nos han legado monumentos dramáticos como La verdadera culpa de Juan Clemente Zenea, Perla marina, Santa Cecilia, El enano en la botella o La noche. La dimensión simbólica de la escritura de Abilio cobra espesor en Las palomas y el General (ceremonia de Tierra Caliente en trece episodios delirantes). La atomización del arquetipo, mediante la ironía, el juego intertextual y la mascarada, garantiza que la obra, heredera de las novelas del dictador, equilibre su vocación de universalidad con una exquisita paleta de colores locales. Abonados los cimientos de Tierra Caliente con tanto humor co
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