Baudelaire fue un maestro en mostrarnos que el reconocimiento de un olor tiene el privilegio de consolar más que ningún otro recuerdo. Tal vez esto se deba a que adormece en nosotr...
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Baudelaire fue un maestro en mostrarnos que el reconocimiento de un olor tiene el privilegio de consolar más que ningún otro recuerdo. Tal vez esto se deba a que adormece en nosotros la conciencia del paso del tiempo.
WALTER BENJAMIN
Edición y traducción de Enrique López Castellón
Ilustraciones color de Eduardo Arroyo
Prólogo de André Gide
Epílogo de Théophile Gautier
Apéndice de Walter Benjamin
Charles Baudelaire (1821-1867) se cuenta entre los poetas más influyentes del siglo XIX, y probablemente también de toda la historia de la literatura universal. Su padre, el exseminarista Jean-François Baudelaire, falleció cuando su hijo contaba a penas con cinco años de edad. Tras su muerte, la madre, Caroline, hija de emigrados franceses a Londres, contrajo de nuevo matrimonio. Expulsado del Liceo Louis-le-Grand pese a la obtención del título de Bachiller superior, en 1940 se inscribe en la facultad de derecho. Comienza a frecuentar entonces el Barrio Latino, donde conoce a Gérard de Nerval, Sainte-Beuve y Balzac, adentrándose de forma irrefrenable en el mundo de humo, opio y prostitución de la bohemia parisina. Por su impía conducta, la familia lo envía a los Mares del Sur. A su regreso, no obstante, Baudelaire vertería la obrade Edgar Allan Poe al francés y llevaría a cabo sus obras más conocidas: desde el escandaloso poemario Las flores del mal (1857) hasta los textos de Los paraísos artificiales (1960) y el póstumo El spleen de París (1869). Duramente criticado y vilipendiado en vida por lo escandaloso de su obra y conducta, Baudelaire murió sifilítico y empobrecido, desconocedor del impagable legado que había donado a la posteridad. Adalid del simbolismo, estandarte del romanticismo y precursor del decadentismo, su cuerpo yace enterrado en el Cementerio de Montparnasse.
Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018) cursó estudios de Periodismo. En 1958 se exilió en París, donde inició su formación como pintor. En 1960 participó en el Salón de la Joven Pintura en el Museo de Arte Moderno de París. En 1961 ya expuso su obra en la galería Claude Levin, y comenzó a colaborar con pintores como Gilles Aillaud y Antonio Recalcati. Impulsó el movimiento artístico Figuración Narrativa. Escenógrafo y dramaturgo, entre sus libros destacan Sardinas en aceite; Bantam; Al pie del cañón. Una guía del Museo del Prado; El Trío Calaveras; Minuta de un testamento; y Bambalinas. Ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas (1982), y es Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa (1983).
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