Una obra fundamental para conocer la esencia que impregna el alma de la cultura japonesa. Este libro es una declaración de amor de un corazón seducido por Japón.
Como primer intér...
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Una obra fundamental para conocer la esencia que impregna el alma de la cultura japonesa. Este libro es una declaración de amor de un corazón seducido por Japón.
Como primer intérprete occidental de la sociedad japonesa, Lafcadio Hearn no tuvo parangón en su época. Sus numerosos libros sobre el país del Sol Naciente despertaron la fascinación de los lectores, que se rindieron ante su agudo poder de observación y ante la viveza de sus descripciones. Hoy en día, más de un siglo después, los textos de Hearn conservan su validez porque supieron capturar la esencia de un país, una esencia que ha cambiado mucho menos de lo que sugieren las apariencias de vanguardia, tecnología y neones. El carácter y la tradición japoneses son en esencia los mismos que Hearn plasmó, y por esta razón sus libros siguen siendo extremadamente reveladores para los lectores de Occidente.
Kokoro es un término japonés que alude a esa parte etérea del ser humano que los occidentales conocemos como «corazón», «alma», «espíritu».
Con su habitual estilo sencillo y directo, Hearn nos da las claves para comprender una mentalidad tan opuesta a la nuestra como es la japonesa.
Lafcadio Hearn supo capturar el corazón de Japón en los breves ensayos y en las hermosas historias de ficción que componen este libro.
Lafcadio Hearn (1850-1904), nacido en una isla del mar Jónico, se crió entre Grecia, Irlanda, Inglaterra y Francia. También vivió veinte años en Estados Unidos, donde trabajó como periodista. En 1890, Hearn, viajero infatigable, partió a Japón con la intención de escribir una serie de artículos para la revista Harper’s. Se enamoró del país, se volcó a la enseñanza universitaria y concibió una docena de obras sobre Japón. Se casó con Setsuko Koizumi, oriunda de una familia de samuráis, y tuvo con ella cuatro hijos. En 1896 se nacionalizó japonés, abrazó el budismo y cambió su nombre por el de Yakumo Koizumi.
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