Nadie sabe cómo lo consiguió, pero en 1988 un joven reportero fue autorizado a incrustrarse durante todo un año en el departamento de homicidios de Baltimore para describir el día a día de los inspectores, soportar su horario demencial, su humor negro, sus bromas constantes y sobre todo, la terrible violencia en las calles de la muerte. Son 700 páginas de un periodismo intensísimo, exhaustivo y también tremendamente divertido. Sólo cuando eres capaz de bromear con un muerto en la escena del crimen y comerte una buena hamburguesa después de una autopsia, te conviertes en un inspector de verdad…
Historias tristes, terribles, cómicas, duras, cotidianas y sobre todo, historias reales con nombres reales, todas ellas dominadas por el afán incansable por parte de los inspectores de encontrar culpables a la violencia, de poner diques a la marea de asesinatos diarios. Un libro con una fuerza portentosa, capaz de enseñarte más cosas y llevarte más lejos que cualquier otro libro de ficción sobre policías. David Simon utilizó buena parte de la experiencia que adquirió ese año acompañando a los inspectores de homicidios, para crear las cinco temporadas de The wire, sin duda una de las mejores series de televisión de todos los tiempos. Si has llegado al último capítulo de la quinta temporada, te habrás quedado como huérfano, deseando más y más capítulos, más y más historias con esos personajes tan complejos y tan reales. Lamentablemente, aunque sea duro admitirlo, no va a haber más The wire, sin embargo, tenemos este libro de David Simon para curarnos el mono y para volvernos a zambullir en las calles de Baltimore
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