Pocos relatos resumen con tanta perfección el mundo aventurero y salvaje de Jack London como Encender una hoguera. Escrito originalmente en 1902, su autor lo pulió y modificó hasta...
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Pocos relatos resumen con tanta perfección el mundo aventurero y salvaje de Jack London como Encender una hoguera. Escrito originalmente en 1902, su autor lo pulió y modificó hasta ofrecer su versión definitiva en 1907. Esta historia de un hombre y un perro que avanzan al atardecer por un bosque nevado, a sesenta grados bajo cero, guarda muchos paralelismos con Colmillo Blanco y La llamada de la selva, las dos novelas más populares de London, en las que también hay paisajes invernales, fidelidad del perro hacia el hombre, soledad y muerte. Pero aquí, además, incorpora un matiz inquietante que en ocasiones se acerca al terror. Raúl Arias transmite con sus ilustraciones la angustia y la soledad de los protagonistas, la ominosa presencia de lo salvaje, el egoísmo humano ante el acecho de la muerte y la sincera fidelidad de un perro.
Jack London (1876-1916), seudónimo de John Griffith Chaney, es uno de los grandes escritores estadounidenses de los albores del siglo XX. Su mundo se inspira en una interpretación muy subjetiva de la filosofía de Nietzsche y se construye a partir del principio de lucha por la supervivencia. Nacido en San Francisco, fue esencialmente un niño autodidacta que leía con avidez los fondos de la biblioteca pública. Con diecisiete años se embarcó en su primera goleta, rumbo a Japón, su primera gran travesía en alta mar. Tras varias experiencias como marinero y vagabundo -razón por la que también fue encarcelado-, London acudió a la Oakland High School y, posteriormente, a la Universidad de California, que tuvo que abandonar por problemas económicos. Intrépido ilustrado, él, como muchos, sufrió la fiebre del oro hasta que, finalmente, sededicó a la escritura. De entre su obra, a menudo nutrida de sus propias aventuras, cabe destacar La llamada de lo salvaje (1903), El lobo de mar (1904), Colmillo blanco (1906) y Martin Eden (1909).
(Madrid, 1969) comenzó a dibujar como animador en el mundo audiovisual, actividad que compaginó con trabajos para editoriales y agencias de publicidad. Tras un período como profesor de animación, en 1991 comienza a ilustrar en prensa la tira Bernardo y Plonk para el diario El País, donde después publicaría Memorias de Gus. Al tiempo ilustra en El Mundo, labor por la que ha obtenido varios premios internacionales.
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