En mayor o menor medida, la mayoría de los que nos decimos libreros aspiramos a llegar algún día a serlo como el añorado que describe el autor de ese magnífico manual y del que tanto hemos aprendido muchos de nosotros (después de tantos años, sigue tan vigente como en el día de su publicación). Esta lista no pretende ser si no una suerte de adaptación de nuestro oficio a los nuevos tiempos. Esperamos que la disfrutéis, queridos lectores.«Es frecuente la añoranza del buen librero, ese que conocía al dedillo las obras que poblaban los anaqueles y además sabía qué interesaría a cada uno de sus clientes (…) Por supuesto, el mérito principal del librero añorado era su sabiduría, su sensibilidad hacia las letras y las personas, característica que solo se adquiere con el paso del tiempo y del ejercicio consciente del oficio, y en consecuencia no puede enseñarse. Pero sí puede aprenderse la disposición a conocer lo que anima a los compradores de libros, o las técnicas para averiguar por qué y para qué se busca una obra. »
Herbert Paulerberg, El arte de vender libros (Fondo de Cultura Económica, 2005)
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