Desde pequeños nos trasmiten una forma de situarnos en el espacio: la naturaleza puede considerarse el lugar de aventuras épicas o el escenario del aburrimiento absoluto; puede ser...
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Desde pequeños nos trasmiten una forma de situarnos en el espacio: la naturaleza puede considerarse el lugar de aventuras épicas o el escenario del aburrimiento absoluto; puede ser un lugar para huir de la vida urbana, pero también
algo peligroso que evitar.
La naturaleza se ha ido convirtiendo en un objeto de adoración, pero el ecologismo no requiere del culto: la principal razón por la que se promueve el cuidado del medioambiente es egoísta.
La humanidad maneja la naturaleza a su antojo: ha creado una planta electrónica a la que cuidar como un Tamagotchi, vende islas artificiales con la forma de los continentes y sus países y en Nueva York ya existe también el Lowline, el primer parque subterráneo del mundo.
Doctor en Filosofía, su actividad se ha centrado en estudios culturales y corrientes actuales de esta disciplina, con especial interés en la filosofía política. Además de impartir clases en la UNED, ha publicado sobre temas tan diversos como el humor, la ciencia ficción, el urbanismo o la música del siglo xx.
Un ensayo sobre las delirantes fantochadas que puede llegar a inspirar un amor mal entendido a la naturaleza. Con un tono didáctico y desacralizador el autor va puliendo las lentes verdes de nuestras gafas de pasta para que, con argumentos bien digeridos y un saludable sentido del humor, nos atrevamos a interrumpir el desfile y decir en voz alta que la madre naturaleza esta desnuda.
Acompañando al autor por su periplo intelectual aprendemos a mirar detrás de los velos más o menos sutiles con que suelen ocultarnos las intenciones del gran capital para comprender que los discursos vegetaristas predominantes en los medios de formación de masas suelen enturbiar los problemas ecológicos disfrazándolos con esencias teológicas, cinismo social y modas de mercado.
Recomiendo leerlo con calma y buena disposición, porque alguno de los múltiples enfoques que el autor desmenuza atentará contra alguno de nuestros prejuicios, pero en eso consiste el viaje intelectual y por eso es tan excitante. Además, por el camino disfrutaremos el paisaje (o no).
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El jardín de los delirios
Un ensayo sobre las delirantes fantochadas que puede llegar a inspirar un amor mal entendido a la naturaleza. Con un tono didáctico y desacralizador el autor va puliendo las lentes verdes de nuestras gafas de pasta para que, con argumentos bien digeridos y un saludable sentido del humor, nos atrevamos a interrumpir el desfile y decir en voz alta que la madre naturaleza esta desnuda.
Acompañando al autor por su periplo intelectual aprendemos a mirar detrás de los velos más o menos sutiles con que suelen ocultarnos las intenciones del gran capital para comprender que los discursos vegetaristas predominantes en los medios de formación de masas suelen enturbiar los problemas ecológicos disfrazándolos con esencias teológicas, cinismo social y modas de mercado.
Recomiendo leerlo con calma y buena disposición, porque alguno de los múltiples enfoques que el autor desmenuza atentará contra alguno de nuestros prejuicios, pero en eso consiste el viaje intelectual y por eso es tan excitante. Además, por el camino disfrutaremos el paisaje (o no).
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