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El arquetipo de Don Juan, entroncado con la tradición literaria del Siglo de Oro español, se convirtió durante el siglo XIX en uno de los personajes favoritos del romanticismo europeo. Estrenado en 1844, el drama de José Zorrilla (1817-1893) incorporó definitivamente la figura de "Don Juan Tenorio" al acervo de la cultura popular. Si "El burlador de Sevilla" de Tirso de Molina expresaba el pensamiento barroco y el espíritu de la Contrarreforma, el "Don Juan" de Zorrilla aúna el mito del libertino redimido por el amor con motivos de la literatura fantástica y del folclore europeo de gran efecto escénico. El atractivo del argumento y la hábil dosificación de diversos elementos, unidos a una versificación fácil y sonora, contribuyeron al rotundo éxito del drama, representado tradicionalmente desde 1850 en los teatros españoles a comienzos de noviembre, en coincidencia con el día de las Ánimas.
José Zorrilla (1817-1893) nació en Valladolid, hijo de un padre severo, conservador y furibundo absolutista y de una madre sumamente piadosa. Cuando tenía nueve años, él y su familia se trasladaron a Madrid, pero tras la muerte de Fernando VII su padre fue desterrado a Burgos. Fue enviado entonces a la Real Universidad de Toledo para estudiar derecho, formación que completaría en la Universidad de Valladolid. No obstante, el joven José Zorrilla tenía otros intereses mucho más vivos que la legalidad: la literatura, el dibujo y un carácter eminentemente enamoradizo primaban en él, quien en 1936 huyó a la capital, donde empezaría a frecuentar ambientes intelectuales y literarios. Allí trabó amistad con José de Espronceda y se casó con Florencia O'Reilly, una viuda irlandesa mayor que él. Infeliz en su matrimonio, Zorrilla tendría varias amantes y viajaría a París en más de una ocasión; donde conocería, entre otros, a Victor Hugo y a Alexandre Dumas. Tras una vida recibiendo honores por su prolífica y genial obra teatral y poética, murió en Madrid en 1893. Sus restos, originalmente enterrados en el cementerio de San Justo, fueron trasladados a Valladolid al cabo de tres años, tal y como el dramaturgo había deseado.
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