Imposible, pero cierto; un chiquillo de un pueblo de León llega, gracias a una vida interior y exterior muy intensa, a darse del todo por amor a Dios y a los hombres, a través de una vocación que termina por encontrar y realizar a fondo: cirujano entre los pobres del Tercer Mundo. Hay aquí algo notabilísismo, y es la fuerza secreta con que, atravesando soledades, diciendo adiós a los caminos ya hechos, enfrentándose a diario con rechazos y desprecios, José va madurando su elección, luego su carrera y, por último, su dedicación sin límites de tiempo ni de esfuerzo a los enfermos. Según la trayectoria alumbrada en su alma, marcha a Ghana con los Hermanos de San Juan de Dios, como médico seglar, a finales de 1984. Una vez allí, sigue con su vida intensa, con su comunión diaria, con su entrega incondicional, como siempre. Son sólo dos médicos: cada día opera uno de ellos; cada día atienden hasta 250 consultas; cada día cuidan de las 80 camas del hospital... Una enfermedad vascular, pronosticada en enero de 1980, se lo lleva fulminantemente cuando comienza a entrar en el agua, en sus primeras vacaciones -nunca las tuvo, en realidad- en Elmina, junto a Cape Coast, Ghana. Sus escritos, llanos y maduros, en búsqueda y tensos de espíritu, sus maravillosas cartas a Amada - ¡cuánto le ayudó pensar en ella...! -y los testimonios, tomados en caliente y en vivo, de quienes más a fondo le trataron, pondrán al lector en contacto con un maravilloso ser humano de este inquietante final del siglo XX.
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