Andrea Abreu López (Tenerife, 1995) publicó el año 2020, de la mano de Sabina Urraca, en la colección “Editora por un libro” de la editorial Barrett, su primera novela bajo el título
Panza de burro.
Conozco a Andrea desde hace bastantes años, cuando era una universitaria recién llegada a La Laguna, una poeta en ciernes, una lectora ávida, una joven organizadora de excelentes actos culturales. La he escuchado recitar su poesía y la de otras poetas, he compartido con ella múltiples lecturas, algún charco y muchas charlas. Por eso cuando me habló de la historia que iba a publicar estuve atenta y aposté sin miedo por ella, segura de que sería una buena y singular novela.
En estos momentos
Panza de burro ha salido en las listas de mejores libros del año que terminó en numerosos medios informativos, a Andrea la han tupido a entrevistas, y la novela ha sido objeto de reseñas halagüeñas en las mejores páginas culturales de nuestro país. La obra será traducida a diversas lenguas y se han vendido los derechos para filmar una película y yo, que me alegro inmensamente del justo reconocimiento que ha tenido la novela, pienso que poco o nada se puede añadir a lo ya escrito, mientras siento que hay algunos aspectos que no han sido suficientemente tratados y, ni corta ni perezosa, me dispongo a exponer mi lectura, que no es, en absoluto, una lectura objetiva.
Se ha escrito mucho sobre “lo canario” en esta novela, sobre la manera en que la autora introduce formas sintácticas características de algunas zonas del archipiélago, sobre el numeroso vocabulario del habla isleña que aparece en la obra (fisquito, chafalmeja, pollaboba, etc.), sobre la subversión de normas gramaticales básicas, sobre el uso anómalo de los signos de puntuación. Todos estos aspectos formales, excepto el hecho de que una editorial peninsular apueste por una obra plagada de “canarismos”, no son novedosos y, de hecho, sería interminable la lista de obras de distintos tiempos y lugares que se han escrito experimentando con lo formal. Sin embargo, es importante señalar estas cuestiones porque, en
Panza de burro, la experimentación formal y el contenido de la novela están tan bien enlazados que parece imposible contar esta historia de otra manera, lo que da cuenta de la madurez literaria de esta joven autora y de su extraordinario historial como lectora.
Las cuestiones en las que siento que puedo aportar algo tienen relación con la historia, una historia aparentemente sencilla que, se ha dicho numerosas veces, cuenta el verano de dos niñas cercanas a la pubertad en un pueblo de interior permanentemente cubierto por la “panza de burro”. Pero detrás del relato minucioso de la relación entre la narradora (sin nombre en la obra, y siempre apelada como “shit” por su amiga) e Isora, su amiga adorada, hay mucho más. Hay temas latentes y explícitos que hacen que la narración, siendo tan concreta, se sienta como universal y que lectoras y lectores de muy diversas edades, condiciones sociales, lugares de nacimiento, etcétera, nos sintamos plenamente identificadas.
Están las clases sociales y el peso que tienen en la vida de las personas.
Están la crueldad y la homofobia características de estos ambientes.
Están el descubrimiento de la sexualidad, los primeros besos (entre las dos amigas) y el miedo al futuro.
Están los problemas de alimentación, por pobreza y por ignorancia, y su relación con los mitos sobre el cuerpo de las mujeres.
Está el machismo incesante que provoca en las mujeres deudas que nunca podrán cubrir, palizas, desprecios y violaciones (la narradora es violada por un niño de su edad mientras su amiga Isora está voluntariamente con otro chico).
Está la urbanización implacable de las zonas turísticas.
Está, en definitiva, la vida. Por eso creo, siento, que
Panza de burro es una novela maravillosa. Porque Andrea Abreu, contando lo cotidiano con precisión, con fechas, con músicas, con edades, con descripciones detalladas del barrio, con nubes, con sopas de col, logra transmitir el sentimiento, el asombro, el miedo vital que todas, que todos, hemos vivido en el momento de abandonar la infancia. Por eso siento que esta novela es excepcional, porque consigue llevar a quien la lee a sus propios recuerdos de un momento vital inolvidable: la entrada en la adolescencia.
Izaskun Legarza Negrín,
Librería de Mujeres de Canarias (Santa Cruz de Tenerife)
Opiniones
Opiniones
Impactante
No apto para enemigos de los modismos ni para exquisitos de la corrección gramatical.
Uno de los libros más originales que he leído. No es de lectura fluida, pero la historia te atrapa sin remedio.
Un libro diferente
Relato de una niñez
La historia de una amistad de dos niñas canarias en un pueblo alejado del turismo que caracteriza a las islas. Escritura impactante para un libro, no tanto por el costumbrismo de poner solo el signo de interrogación final (que me parece bien), sino por tener capítulos escritos sin puntos ni comas. Un poco por debajo de las expectativas y de menos a más.
Una historia sobre la amistad y la infancia
Panza de burro
Andrea Abreu nos trae en su primera novela, Panza de Burro, la historia de dos niñas pequeñas, dos amigas, que viven en un pueblo de Canarias. Una historia de amistad de la buena, de la que se te mete en cada venita del cuerpo. Una amistad cómplice, llena de amor e idolatría, que a veces también es posesiva y violenta. La oralidad en la narración nos acerca inocentemente a un mundo desigual donde las niñas acompañan a sus madres a limpiar la mierda de los guiris jediondos en sus casas de lujo en Tenerife. Un mundo de abuelas supersticiosas, de cuadernos llenos de letras de canciones bonitas y de tardes de Mésinye y de Terra en un cíber. Y luego están los juegos. El juego de las barbis, el juego de pintarse, el de comerse un bocata en la calle, el de montar en bici y recorrer el pueblo de un lado a otro mientras pasan las horas. Una novela que te gustará si te has pasado la infancia pendiente de que sonara el telefonillo para salir a jugar, si has experimentado el zumbido el Menssenger, si has sentido la quietud y el sudor pegajoso de las tardes de verano. Y si no has experimentado nada de esto, si no has escrito nunca con k y x, o con alternancias de mayúsculas y minúsculas, entonces también te va a gustar, porque es genial.
Si hay algo que me gusta profundamente es cuando una autora utiliza tan bien el lenguaje. Esta novela es alta calidá literaria, misniñas, es la belleza de lo real, de lo orgánico y lo siniestro del mundo. Calidá que deja poso y muchas ganas de más.
“Pero Isora me acompañaba a mi casa. Ella siempre me acompañaba. Y yo la acompañaba a ella. Y ella me acompañaba a mí. Así como los pac de yogures de la venta, como ella dijo una vez. […] Como los pac de yogures que siempre van unidos”.
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