Hemos devorado
Ceniza en la boca, la nueva novela de
Brenda Navarro, con ansias desmedidas, atrapándonos, arañándonos, provocándonos, un
punctum barthiano en toda regla que nos ha dejado descolocados, noqueados, por varios motivos.
Vayamos por partes. Por un lado, por su belleza estética, su estilo poético, su narrativa brillante, que en cierta manera recoge la mejor tradición mexicana. La de Juan Rulfo, sin duda.
Pero además de los aspectos formales, lo que importa es que es una historia de las que marcan, que nos ha marcado con la indeleble huella de un sello de res.
Son muchas las variables temáticas que confluyen en
Ceniza en la boca. Desde el abandono de una madre al desarraigo de vivir en un país que no es el tuyo, la xenofobia y la violencia, el miedo a lo que vendrá, a un futuro que se cierra, que oprime, en el que el hueco de la esperanza tiene unas dimensiones tan reducidas que cuesta ver si hay algo al otro lado que merezca la pena.
La historia es la historia de dos hermanos. Lo que le sucede a Diego, el hermano pequeño, lo cuenta la propia protagonista en la segunda frase del libro: “Siempre la misma imagen: Diego cayendo y el ruido de su cuerpo al impactar contra el suelo”. A partir de esa premisa Brenda Navarro, con una maestría deslumbrante, arma la crónica de una muerte anunciada y las consecuencias que acarrea para la hermana abandonada.
Y si algo nos ha gustado, como es marca de la casa en Sputnik, es que música de la buena se haya colado entre sus páginas, la de Vampire Weekend, que acompañará a Diego hasta el último minuto de su vida. “Diego nunca esperaba, siempre hacía lo que quería, como dejar su teléfono sin pistas, más que las listas de reproducción de su música. Cuatro álbumes, cuarenta canciones, todas de Vampire Weekend”.
Ceniza en la boca es la
bildungsroman de una mujer a quien la vida golpea con dureza y los duros golpes hacen madurar antes de lo previsto y por el lado más bestia de la vida, es un relato feminista y anticolonial que reivindica sus raíces mexicanas y en el que en cierta manera la propia autora consigue reflejarse.
Rafa G. Rivas,
Sputnik (León)
Opiniones
Opiniones
Realismo social con la potencia de la ficción como turboempatizador
Ceniza en la boca
Una reflexión descarnada sobre la subjetividad del sufrimiento individual con respecto a las dificultades sociales, al manejo del duelo, al sentimiento de culpa, ¿qué margen de derecho al dolor individual tenemos si lo que se espera de nosotras es que cuidemos de los demás? Brenda Navarro explora en esta novela las emociones extremas de la vida corriente que comparten sus personajes, a los que acompañamos en un viaje transatlántico desde el México más humilde hasta el duro hormigón del corazón madrileño. Allí se desplegarán sin remedio todos los afectos contenidos entre ellos, y atravesados por las exigencias de una sociedad cuanto menos clasista e hipócrita. Cada uno tratará de confrontar su posición en el mundo con lo que puede, con las herramientas y las taras que les tocó heredar.
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