Felipe Declara (Barcelona, 1968). Ya me gustaría darle cierta dignidad a estas palabras pero me temo que no va a poder ser. Sencillamente porque no hay nada que salvar. No había cumplido los veinte y ya era un maltratador en potencia aparte de un alcohólico empedernido. Un futuro prometedor si no fuese porque decidí arrepentirme. Luego vinieron las drogas y la posibilidad de ser cualquier cosa en una vida que no podía controlar. Ahora a mis cincuenta y después de unos cuantos años de prestado en el infierno, busco sin conseguirlo comprensión en el prozac.
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