En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no...
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En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra. En este ensayo clásico, escrito en 1933, Junichiro Tanizaki va desarrollando con gran refinamiento esta idea medular del pensamiento oriental, clave para entender el color de las lacas, de la tinta o de los trajes del teatro nô; para aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o de los reflejos velados en la pátina de los objetos; para prevenirnos contra todo lo que brilla; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío.
Junichirô Tanizaki (1886-1965), novelista, autor dramático y ensayista, nació en Tokio, Japón, el 24 de julio de 1886. Fue un muchacho brillante que, tanto en la escuela secundaria como en la preparatoria, se distinguió por sus altas calificaciones. Fue admitido en la Universidad Imperial de Tokio en 1908, donde combinó sus estudios con los inicios de su actividad literaria y con una vida desordenada y bohemia, en la que al refinamiento de la juventud dorada de la capital se sumaban los influjos de sus lecturas: Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire u Oscar Wilde. Abandonó sus estudios en 1909, pero pronto obtendría la fama con la obra Shisei (El tatuador), publicada en 1910. Insatisfecho con las tendencias literarias de su época, representadas por el naturalismo, buscó la belleza del arte auténtico. Retrató audaz y magníficamente el mundo de los sentidos al describir en una forma perfecta aunque metafórica el deseo carnal, naciendo así lo que se denominó la «aromática y fuertemente excitante literatura de Junichirô Tanizaki», a menudo criticada como anormal y próxima al sadismo y al masoquismo.
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