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Pocos poetas poseen una voz tan personal, poderosa e influyente como Walt Whitman. Así lo afirma Juan Marqués en su presentación: «el poeta de West Hills consiguió, sencillamente, decirlo todo. Whitman inauguró un mundo, afirmó o insinuó en él todo lo que deseaba o necesitaba afirmar o insinuar del nuestro y después lo clausuró, obteniendo y brindándonos un producto perfecto, macizo, sin grietas. Lo que cantaba de sí mismo lo cantó de todos nosotros, lo que dijo de América lo extendía a todos los rincones del universo». Hemos seleccionado para esta antología veintiséis poemas del célebre Canto de mí mismo, con una nueva traducción de Antonio Rivero Taravillo y un impresionante trabajo gráfico de Kike de la Rubia. «Ese Walt Whitman del que le hablé es lo que más me interesa actualmente. Acabo de leer su segundo libro y me ha sentado mejor que ningún otro libro en mucho tiempo.» Henry David Thoreau
Walt Whitman (1819-1892) es, sin lugar a dudas, el poeta más influyente de las letras estadounidenses. Nació en West Hills, Long Island, siendo el segundo de nueve hijos en una familia cercana al credo cuáquero. A los once años finalizó sus estudios formales y empezó a trabajar como aprendiz en el semanario The Patriot, donde comenzaría a escribir sus primeros textos. Tras su paso por otros periódicos y revistas, en 1850 decidió dedicarse plenamente a la poesía. Cinco años más tarde vería la luz la primera edición de la celebérrima Hojas de hierba, integrada por doce poemas y cuyos 795 ejemplares fueron costeados por el mismo autor. El poemario despertó gran interés y fue ampliamente distribuido, en parte por la fascinación que despertó en el filósofo Ralph Waldo Emerson. Durante la Guerra de Secesión, Whitmanejerció voluntariamente como enfermero en Washington D.C., experiencia que recogería en El gran ejército de la enfermedad (1863) y Memorias de la guerra (1875). Finalizado el conflicto en 1965, publicó Redobles de tambor. Mientras se empleaba en la Oficina del Fiscal General, Whitman siguió alzando la pluma para escribir versos como los de «¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!», que, junto a otros, irían completando lassucesivas ediciones de Hojas de hierba hasta la novena y definitiva, que constó de un total de más de cuatrocientos poemas.
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